Mindfulness está por todos lados y tanto que es casi imposible que no hayamos siquiera escuchado la palabra. Mindfulness se relaciona al ejercicio, a la comida, a la danza y a tantas cosas que a veces es difícil entender de qué se trata realmente. Para muchos parece ser estar en un estado de “zen” donde estás en completa calma y tu mente esta casi en blanco. Pero, ¿mente en blanco? ¿es eso siquiera humanamente posible? Yo diría que no. Mindfulness es más simple de lo que parece, se trata de “fijarte” en tu ambiente, en tus sentimientos, en tus pensamientos, en el movimiento de tu respiración, en la risa de tu pequeño, en el sonido de los pájaros, en las arrugas de tus manos o en cualquier cosa o situación que esté presente aquí y ahora.

¿Y por qué es importante el mindfulness en la crianza?

Como en cualquier otra área de la vida, mindfulness es importante porque nos hace conscientes de lo que esta pasando y trae nuestra atención a nuestras conductas y, en este caso especial, también a las de nuestros hijos. El mindfulness es necesario porque cuando notamos nuestras conductas, nuestros pensamientos, nuestros sentimientos, las conductas y las formas que nuestros hijos se relacionan con nosotros, podemos determinar si estamos viviendo la paternidad como la queremos vivir, si estamos fomentando las conductas que queremos fomentar y si estamos teniendo el verdadero impacto que queremos tener.

Además, el mindfulness nos ayuda a realmente conectar y enfrentar lo que venga en la interacción con nuestros hijos, sea lo que sea, y es a través de este enfrentamiento y esta conexión que realmente podemos actuar en libertad y sintonía con nuestros hijos. Es decir, si estamos presentes y reconocemos cualquier posición dolorosa o incomoda dentro de este proceso pero logramos regresar al momento actual podemos evitar actuar de forma automática y realmente actuar de la forma que nos gustaría.

Por ejemplo, si a tu hijo le cuestan las matemáticas y acostumbras a darle todas las respuestas para evitar que se achaque y se llame tonto o inútil, de manera automática, cuando hay una tarea nueva saltas a ayudarle y luego te achacas tú por no darle la oportunidad de retarse. Aunque te pase mil veces, mil veces lo vuelves a hacer porque el ruido de tu mente y el sentimiento del momento te gana. Pero si comienzas a practicar el mindfulness y más aún lo unes a lo que es importante para ti, puedes notar las ganas de ayudar a tu hijo y aún así decidir dejarlo intentar por su cuenta, estando presente para apoyar y reconocer el proceso que conlleva desarrollar por su cuenta estas habilidades.

Quizá toma tiempo y practica pero, en palabras simples:

Con la mente llena (“mind full”) actúas de rutina, de automático, preso a lo que sientes y piensas, pero cuando actúas con mindfulness actúas con libertad y bajo lo que es importante para ti.

Habiendo expuesto esto, te invito a pensar, ¿Qué harías diferente si pudieras estar presente y actuar de forma libre? Y ¿Cómo puedes empezar a practicar esto?